sábado, 4 de mayo de 2013

Los colegios fantasmas

Los colegios fantasmas
Fernando Dámaso | La Habana | 4 Mayo 2013 - 10:58 am.

La Salle del Vedado, los Maristas de la Víbora, los Escolapios de
Guanabacoa, de La Habana y de la Víbora, Baldor, el Instituto Edison,
las Ursulinas, St. George's, Arturo Montori, Nuestra Señora del Rosario,
Nuestra Señora del Pilar y otros: los antiguos colegios privados van
camino al derrumbe.

Algunos, irremediablemente perdidos, unos pocos dedicados a otros fines
con mejor suerte, otros en situación de derrumbe, y la mayoría en
avanzado estado de deterioro acumulado, los grandes colegios privados de
La Habana, tanto religiosos como laicos, existentes antes del año 1959,
constituyen una prueba irrefutable de irresponsabilidad y desidia, con
respecto al cuidado de los bienes nacionales.

La Salle del Vedado, los Maristas de la Víbora, los Escolapios de
Guanabacoa, de La Habana y de la Víbora, Baldor, el Instituto Edison,
las Ursulinas, St. George's, Arturo Montori, Nuestra Señora del Rosario,
Nuestra Señora del Pilar y otros, tanto de varones como de hembras o
mixtos, sin años de mantenimientos ni de reparaciones o con reparaciones
de mala calidad y un poco de "colorete" en sus fachadas, son tristes
malos ejemplos a la vista de todos. Y algo similar ocurre con los
existentes en otras provincias.

Dedicados los principales recursos financieros a la construcción de
escuelas secundarias y preuniversitarios en el campo, y no una parte a
la preservación del fondo arquitectónico-docente existente, durante los
años de la fiebre por vincular a toda costa el trabajo agrícola y el
estudio, en una estrecha interpretación de un precepto martiano, los
grandes colegios privados, diseñados y construidos con todas las
exigencias docentes, son ahora viejos fantasmas dispersos por nuestras
ciudades. Fracasado el experimento agrícola-educativo, tanto desde el
punto de vista docente como productivo y económico, hoy también la
mayoría de esas secundarias y preuniversitarios en el campo se
encuentran abandonadas y en estado deplorable, o en proceso de
adaptación como viviendas y albergues para campesinos y obreros agrícolas.

Despojados los grandes colegios privados de sus nombres originales,
rebautizados utilizando el santoral ideológico oficial y transformados
totalmente, no precisamente para bien, en instituciones grises, han
perdido su personalidad y tradiciones, logradas en años de ejercicio de
la docencia. Además de estas pérdidas, también ha desaparecido el
vínculo generacional donde abuelos y abuelas, padres y madres, hijos e
hijas y nietos y nietas estudiaban en el mismo centro, convirtiéndose
profesores y alumnos en una gran familia, a la que se pertenecía de por
vida. Ser graduado de La Salle, de los Maristas, del Edison, de Belén o
de las Ursulinas, por citar solo unos pocos ejemplos, formaba parte de
la identidad personal y se proclamaba con sano orgullo.

A pesar del tiempo transcurrido y de los muchos avatares, de vez en
cuando encontramos exalumnos y exalumnas de estos colegios, quienes
mayoritariamente recuerdan con agrado y nostalgia sus días escolares,
así como a sus profesores y condiscípulos y algunos momentos
trascendentales vividos en sus aulas y patios. Es verdad que, con los
primeros vientos tormentosos del "huracán de enero", una cifra
considerable abandonó el país y los que quedaron, los menos, debieron
amoldar sus vidas a las nuevas condiciones impuestas para lograr
sobrevivir, ahora sin la posibilidad de poder reunirse cada uno, cinco o
diez años en su mismo colegio, pues este había dejado de serlo.

Existen en el país, no reconocidas oficialmente, algunas fraternidades
de antiguos alumnos, que agrupan a estos según sus colegios de
pertenencia. Conozco en detalles la Fraternidad de Antiguos Alumnos
Escolapios, integrada por exalumnos de La Habana y La Víbora y exalumnas
de El Cerro, la cual, a pesar de las muchas dificultades, y del continuo
envejecimiento de sus miembros, se reúne cada tres meses en el antiguo
local, venido a menos, de lo que fueran las Escuelas Pías de La Habana,
en San Rafael y Manrique. En el orden del día, regularmente se habla de
los éxitos y logros de sus afiliados y también de sus necesidades y
problemas, así como se informa sobre los fallecidos en el trimestre,
sean viejos profesores o alumnos. También se dan a conocer las
principales actividades escolapias en otros países, donde estos colegios
mantienen su presencia.

Esas reuniones trimestrales se convierten en un espacio de
confraternidad y amistad, a pesar de la distancia de los años. Antiguos
alumnos de los Maristas, De La Salle y Belén, en mayor o menor medida,
también las poseen. Todas funcionan debido al tesón de sus miembros,
quienes no aceptan dejar desaparecer una época importante de la
educación en Cuba.

A veces, hojeando una y otra vez las viejas Memorias de cada curso, que
se editaban en la mayoría de los colegios, aparecen las imágenes de esos
años con las caras y nombres conocidos, y no podemos dejar de
compararlos con el presente. Entonces los recuerdos toman vida propia y
aparecen poetas, ingenieros, arquitectos, artistas, abogados, pedagogos,
militares, comerciantes, empresarios y hasta dirigentes políticos, de
uno y otro sexo, que antes de ser lo que hoy son eran simples
estudiantes de estos colegios. Cada quien marcado por un destino
diferente, pero la mayoría con una gran añoranza por esos tiempos
irrepetibles y por la absurda e innecesaria pérdida de una tradición.

Salvar los grandes colegios que aún quedan en pie, debe ser una
exigencia y un clamor ciudadano, tanto por su valor material como
histórico, además de constituir parte importante de la identidad de los
municipios, de las provincias y del país, y más aún de generaciones de
cubanos.

http://www.diariodecuba.com/cuba/1367657923_3066.html

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