miércoles, 17 de septiembre de 2014

Uniformes de Miami, “lo que nos faltaba”

Uniformes de Miami, "lo que nos faltaba"
El tortuoso camino a la hora de encontrar un sastre o una costurera que
cobrará un alto precio por adaptar la ropa en la isla
martes, septiembre 16, 2014 | Ernesto Pérez Chang

LA HABANA, Cuba.- Las filas de niños y niñas uniformados, entrando o
saliendo de las escuelas, son de las imágenes que los medios de prensa
oficiales cubanos gustan de exhibir al mundo, cada vez que se inicia un
nuevo curso escolar.
Las escenas, repetidas año tras año, siempre vienen acompañadas de
"intervenciones" de funcionarios del Ministerio de Educación que, con
algunos malabares de cifras, intentan demostrar la "gratuidad" del
sistema educativo de la isla, a la vez que ocultan los grandes
sacrificios económicos a que deben someterse las familias para lograr
que sus hijos puedan terminar cada curso.

Junto a elevadísimos gastos en repasos con profesores particulares,
debido a la mala calidad de la enseñanza pública, en alimentación, en
transporte, en materiales escolares y hasta en regalos frecuentes a los
maestros y funcionarios corruptos para que los alumnos no sean
reprobados (soborno que se ha institucionalizado en casi todas las
escuelas, incluidas universidades), está uno de los problemas más
agobiantes que deben enfrentar los padres: adquirir los uniformes que el
gobierno obliga a usar a los estudiantes, a pesar de que ya no es capaz
de garantizar ni la cantidad ni la calidad de las prendas que han de
venderse en la diezmada red de comercio estatal.

Una empleada de la tienda de Mantilla, en el municipio Arroyo Naranjo,
comenta:

-Hay madres que madrugan para poder alcanzar algo que sirva. Sobre todo
en julio y agosto. Se dan turnos, traen a los niños y hacen la cola
horas y horas, a veces para irse con las manos vacías. […] Por aquí,
ésta es la única tienda y viene gente de todos lados, porque después del
31 de agosto ya pueden comprar el uniforme donde quieran, con el bono de
la escuela, antes no. Pero eso es porque ya no quedan tallas normales,
solo estas cosas inmensas-, dice mientras nos enseña una blusa enorme
que jamás le serviría a una niña de secundaria.

Durante los meses de receso escolar, incluso ya comenzado el curso
académico, las pocas tiendas de uniformes que existen se abarrotan de
personas desesperadas por encontrar pantalones, sayas, blusas y camisas
que necesitan para los hijos. Aunque en los anaqueles se acumulan las
prendas y pudiera parecer que la oferta supera la demanda, lo cierto es
que gran parte de la producción viene con defectos de confección casi
insolubles o, simplemente, escasean las tallas más solicitadas. Quienes
adquieren el producto deben emprender un nuevo camino tortuoso a la hora
de encontrar un sastre o una costurera que cobrará un alto precio por
adaptar la ropa.

Las sastrerías del Estado, según nos informa una funcionaria que ha
pedido no ser identificada, no son capaces de enfrentar la situación, al
no contar con personal suficiente ni con recursos adecuados. El taller
de confecciones de Centro Habana, en la calle Galiano, por ejemplo, se
demora unos 60 días en terminar los arreglos y cobra casi tres dólares
por hacer un simple dobladillo a un pantalón, que es más de lo que
recibe en Cuba un trabajador por tres jornadas de trabajo. En
consecuencia, pocos acuden a esta opción y prefieren peregrinar de
tienda en tienda hasta que aparezca la talla adecuada o, en algunos
casos, adquieren uniformes de uso o recurren al auxilio de algún
familiar o amigo que viva en el extranjero.

Odalys Peña es de las pocas madres que ha podido dejar de "perseguir"
los uniformes por toda la ciudad. El hermano, que vive en los Estados
Unidos, la ayuda con los uniformes para el hijo que está finalizando la
secundaria pero, antes de eso, durante varios años, Odalys durmió en el
portal de la tienda para poder conseguir un uniforme.

-¿Tú puedes creer que mi hermano, desde allá, tenga que comprarme los
uniformes? A veces me ha mandado la telita de algodón o las camisas,
mejor que la que usan aquí de poliéster maluco, que en verano te cocina
vivo, y hasta la tela del pantalón y los zapatos. A veces me ha mandado
el dinero y entonces yo compro en Revolico (una web de clasificados de
compra y venta a la que muy pocos cubanos tienen acceso directo), porque
hay gente que los trae o se los roba de los almacenes, qué sé yo…Pero
siempre los consigo en Revolico, y mejor que los de la tienda, que no sé
cuántas veces me salieron con la tela podrida. Ya debieran quitar eso
del uniforme. […] Es tener a la gente todo el día atolondrada de un lado
para otro-, comenta Odalys.

Eduardo Noda, profesor de preuniversitario en el municipio Arroyo
Naranjo, da cuenta de la situación en ese nivel de enseñanza:

-Es que están en la edad del estirón y no les alcanza con el único
uniforme que les dan. Empiezan el curso bien pero ya a mediados la ropa
no les sirve, se les deteriora, se ven horribles. Los que pueden,
compran otro pero los hay que tienen que tirar con ese hasta el final.
Lo mismo sucede con los zapatos y la ropa para la Educación Física. Hay
alumnos que hacen deporte con el uniforme porque no tienen otra ropa-, dice.

Una maestra de una primaria del Reparto Eléctrico, que ha pedido no ser
identificada por temor a las represalias, reconoce que hay padres que
adquieren los uniformes en el extranjero:

-Sin ir muy lejos, sé que aquí mismo hay algunos padres a los que les
mandan los uniformes de Miami y eso debe ser cierto porque los hay que
tienen camisas y pantalones que son de otra tela. Eso tiene que venir de
afuera. […] Lo que nos faltaba, que desde allá manden el uniforme.
Bueno, es que lo mandan todo, la comida, las medicinas y hasta los
zapatos. Aquí el que no tenga un familiar afuera está embarcado.

Source: Uniformes de Miami, "lo que nos faltaba" | Cubanet -
http://www.cubanet.org/destacados/uniformes-de-miami-lo-que-nos-faltaba-dicen-las-madres/

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