jueves, 21 de mayo de 2015

La merienda escolar a capítulo

La merienda escolar a capítulo
LUZ ESCOBAR, La Habana | Mayo 20, 2015

Faltan pocos minutos para las ocho de la mañana y el timbre de la
escuela suena estridente y prolongado. Cientos de niños entran a la
plazoleta del matutino y, aunque van uniformados, las diferencias
sociales se evidencian en los zapatos, la cartera donde guardan los
libros y la merienda que comerán a media mañana. Algunos apenas tienen
un pan con aceite, mientras otros exhibirán un bocadito de jamón y
queso. Ese contraste confirma la pertenencia a un estatus económico que
el forzado igualitarismo no puede esconder.

La ausencia de una merienda escolar en la enseñanza primaria afecta a
los 815.659 alumnos que cursan entre preescolar y sexto grado en todo el
país. El refrigerio costeado por el Estado se dejó de repartir durante
los años más difíciles del Período Especial y hasta el día de hoy no se
ha restablecido la práctica. El tema ya ni siquiera se discute en las
reuniones de padres y no se ha aprobado ningún presupuesto para devolver
a los niños tan necesario tentempié.

Detrás de cada galleta o refresco que consume un estudiante durante el
receso hay una historia de sacrificios familiares, tiempo y dedicación.
Para la mayoría de los padres garantizar esa pequeña ración se ha
convertido en un verdadera pesadilla. Otros, sin embargo, quieren dejar
claro que su hijo no es como el resto a través de alimentos más caros y
exclusivos. Es una lucha sorda que se desarrolla cada día en la que los
protagonistas pueden ser una coca cola enlatada que rivaliza con un
simple pomo de agua con azúcar.

Durante los años posteriores al fin de la merienda escolar, el
Ministerio de Educación orientó ciertas medidas para evitar que los
contrastes sociales se expresaran de forma evidente. "No estaba
permitido llevar productos de la shopping", asegura Marcela Puerto, una
jubilada del sector educativo, que ejercía como maestra a mediados de
los años 90. "Yo tenía que velar porque un alumno no se apareciera allí
con algo comprado en dólares, ni traído de afuera, porque sino el
contraste era mucho", recuerda.

Aquellos niños aprendieron a reenvasar los refrescos para que los
maestros no detectaran que eran de las tiendas en pesos convertibles y a
comerse las galletas rellenas con crema lejos de la vista de las
auxiliares pedagógicas. Muchos de ellos son hoy los padres de una
generación que ya puede exhibir lo que merienda. No obstante hay más
similitudes que diferencias con aquellos tiempos.

En el país siguen circulando dos monedas y buena parte de los alimentos
que componen el refrigerio de los infantes provienen del mercado en
pesos convertibles. "Le compro a la niña los paquetes de galletica más
baratos, luego las divido entre los días de la semana, las guardo en una
lata y cada mañana le doy algunas para que se lleve a la escuela",
cuenta Viviana, una madre que ronda los cuarenta años y cuya hija cursa
la primaria en una escuela camagüeyana.

Viviana recuerda con nostalgia sus tiempos de niñez. Era la época del
subsidio soviético y en todas las escuelas cubanas se le garantizaba una
merienda a los estudiantes. Se ofrecían dulces como la tortica, el
masarreal, la marquesita o el pastel de guayaba. Un refresco gaseado
acompañaba puntualmente a las golosinas. Un juego infantil muy común
consistía en batir la botella de refresco y lanzar el líquido a presión
sobre el uniforme de cualquier colega que pasara cerca. Eran los años
del derroche.

Ahora, por el contrario, el ahorro se impone porque la merienda depende
del bolsillo de cada familia. Cuando suena el timbre que anuncia el
receso, la escena se repite en muchas escuelas a lo largo de la Isla.
Luisito saca un trozo de pan sin nada más y un pomo de agua, mientras
que Maikel se lleva a la boca unas galletas de soda con tortilla que
engulle junto a un jugo de guayaba hecho por su propia abuela. Melisa,
cuya familia tiene más posibilidades económicas, abre un paquete
colorido con una magdalena rellena de chocolate y bebe un néctar de
manzanas en un reluciente tetra pack.

En esas circunstancias resulta muy difícil que los padres logren un
balance alimenticio sobre lo que los niños comerán en la pausa docente.
"Eso es un lujo, que más quisiera yo... pero si con esto de la galletica
y el pan con mantequilla se me va la vida, imagínate si me pongo
selectiva", explica una madre a la salida de una escuela primaria del
habanero barrio del Cerro. "Ya bastante tengo con las perretas que me da
el niño a cada rato porque quiere que le mande lo mismo que llevó un
amiguito".

Entre los productos que más se repiten están las galletas, los dulces de
harina, el pan acompañado de mantequilla, un trozo de confitura de
guayaba o –en los casos de más holgura económica– con jamón y queso. Las
bebidas casi siempre son jugos caseros, refrescos gaseados –con mucho
azúcar– o simplemente agua. El menú lo marca lo que la familia consigue.

Hay casos como el de Sonia Suárez, quien tiene un control riguroso de la
cantidad de carbohidratos que consume su niña ya que el médico le ha
puesto una dieta por sobrepeso. "Yo sí que me las veo negras, pues todo
el mundo resuelve rápido pero yo tengo que comprarle a Emilie frutas
frescas y proteínas sin grasas", detalla. "Nadie sabe el trabajo que se
pasa para costear y conseguir algo así. La mayoría considera que es un
lujo pero en mi caso es una obligación, ya que está en juego la salud de
mi hija".

Otros entrevistados coinciden en que se debe restablecer la merienda
escolar gratuita en la enseñanza primaria. "Sólo así se lograrán
eliminar estas feas diferencias sociales que se hacen muy dramáticas a
esa edad, porque los niños están mirando lo que comen otros y que sus
padres no pueden comprarles", refiere Suárez. Para ella, la reposición
de un refrigerio institucional ayudaría también a que las opciones
alimenticias se hagan "de una manera más responsable y teniendo como
objetivo una dieta saludable".

Sin embargo, el Ministerio de Educación no planea por el momento volver
a asumir entre sus obligaciones brindar una merienda a los infantes en
los centros docentes. El tema ni siquiera se discute en sus congresos o
asambleas. Atentos a otras urgencias, como el éxodo de maestros y la
crisis material de muchas escuelas, las autoridades han dejado de lado
un aspecto fundamental del proceso formativo: enseñar a comer bien desde
los primeros años y garantizar que los alimentos no se conviertan en
símbolos de estatus entre los niños.

Source: La merienda escolar a capítulo -
http://www.14ymedio.com/reportajes/merienda-escolar-capitulo_0_1782421747.html

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