lunes, 17 de octubre de 2016

Escuela de instructores de arte, una trampa para ingenuos

Escuela de instructores de arte, una trampa para ingenuos
SOL GARCÍA BASULTO, Camagüey | Octubre 17, 2016

A principios de este siglo y como parte de la Batalla de Ideas,
surgieron a lo largo de toda la Isla nuevas escuelas para formar
instructores de arte. La iniciativa fue impulsada por el propio Fidel
Castro y, en un principio, ilusionó a muchos jóvenes con talento para la
creación artística, hasta que se dieron cuenta de que habían sido
víctimas de una trampa presentada en tonos dorados.

Durante cuatro años, los estudiantes recibieron clases en las
especialidades de artes plásticas, música, danza y teatro. Sin embargo,
tras salir del recinto docente chocaron con la dura realidad de un
salario pobre, un agobiante plan de trabajo, el rechazo del Fondo Cubano
de Bienes Culturales a comercializar sus obras y un servicio social de
ocho largos años.

Es el caso de Óscar y Odalis, que estudiaron en una de esas escuelas, el
actual Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Pedagógicas
Nicolás Guillén, en Camagüey. Hoy se dedican a grabar en la piel de sus
clientes los más exigentes diseños del tatuaje moderno.

Pregunta. ¿Qué los motivó a entrar a esta escuela de instructores de arte?

Óscar. Pensábamos que estábamos entrando a una escuela de arte, y eso
fue lo que nos dijeron, quizás para seducirnos. La prueba de aptitud
exigía tener talento artístico, pero no para el magisterio. Éramos muy
jóvenes y no sabíamos, porque se nos explicó superficialmente lo que iba
a ser eso. Después lo vi como un engaño, al igual que todos mis
compañeros de la escuela.

P. Los costos para habilitar la escuela como una academia artística
fueron altos. ¿Estaba lista cuando entró el primer grupo de alumnos a
sus aulas?

Óscar. Participamos en la reconstrucción de la escuela y de su
habilitación para la enseñanza artística. No teníamos local para las
clases y las dábamos en los pasillos o debajo de las árboles, y debíamos
hacer trabajos voluntarios para recoger escombros y ayudar en todo.
Ahora esa misma escuela se ha convertido en un pedagógico y se está
deteriorando sin darle un mejor uso. Realmente es muy triste.

Odalis. Sí, es triste que las construcciones que se le agregaron no se
exploten porque podría dárseles un mejor empleo poniéndolas al servicio
de la enseñanza artística para las que fueron preparadas. Sobre todo en
esta provincia, donde las escuelas de arte no cuentan con esas condiciones.

P. ¿Cuál fue la reacción de los estudiantes cuándo se graduó el primer
grupo y comprendieron que no podrían seguir estudios universitarios?

Óscar. Tuvimos confrontaciones con la dirección de la escuela porque nos
dijeron que íbamos a salir siendo artistas profesionales y nos
mintieron. Nos impusieron un servicio social de ocho años que nos
impedía entrar a la universidad en el curso regular diurno. Me habían
dicho que podía continuar en periodismo, pero una vez que nos graduamos
solo nos dieron derecho a un curso para trabajadores en las carreras de
humanidades que se estudian en la universidad de Camagüey, o sea, muy pocas.

Odalis. Nos prohibieron que optáramos por la superación del 12 grado,
porque al ser instructores de arte no nos estaba permitido. Ambos
programas, el de concluir la enseñanza media superior y hacerse
instructor de arte eran parte de la Batalla de Ideas, por lo que si se
desertaba de uno no se podía entrar a otro.

Óscar. Protestamos, pero apenas logramos que nos rebajaran el servicio
social a cinco años y solo para las primeras dos graduaciones.

P. Sin embargo, han terminado encontrando una profesión que mezcla el
talento artístico con la autonomía laboral...

Odalis. No me siento frustrada profesionalmente porque he logrado hacer
lo que me gusta. Entre mis amistades de la escuela todos han tenido que
cambiar de profesión para ganarse la vida. El promedio de instructores
que han desertado debe ser muy alto. Hay joyeros, gente que vende
frituras, gastronómicos, custodios... estamos en todas las esferas de
trabajo.

Óscar. Más allá de la censura bajo la que estamos quienes practicamos
esta técnica del body art, he hallado en este trabajo un medio de
expresión. Me ha servido mucho la preparación académica que recibí en la
escuela de instructores de arte y la he incorporado a los tatuajes. Así
que no fue del todo una pérdida de tiempo.

Source: Escuela de instructores de arte, una trampa para ingenuos -
http://www.14ymedio.com/cultura/Escuela-instructores-arte-trampa-ingenuos_0_2091990785.html

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