sábado, 24 de septiembre de 2011

Educados y adoctrinados

Educados y adoctrinados
Yoani Sánchez
Sábado, 24 de septiembre de 2011

Lleva dos años vacía, sin que el sonido del alumnado ni el ruido de las
bandejas metálicas se hagan oír en sus pasillos, en sus aulas o en el
comedor. Durante décadas fue una escuela en el campo, uno de esos
preuniversitarios cubanos que intentaba vincular el estudio con el
trabajo y donde los adolescentes permanecían internos. Pero desde el
curso 2009-2010 la mayoría de estos centros docentes cerraron sus
puertas, ante la evidencia del fracaso pedagógico y productivo.

En lugar de formarse en la práctica del trabajo agrícola, los becados se
entrenaban en las hábiles mañas de simular que laboraban, mientras en
los albergues florecían la promiscuidad y el matonismo. Afortunadamente
el experimento terminó, no sin antes dejarnos una mezcla de recuerdos
agridulces a quienes lo vivimos en carne propia. El gobernante Raúl
Castro anunció su cierre en medio de un proceso por reducir costes y
hacer que el pragmatismo se impusiera allí donde solo había primado el
desatino.

Aunque esta "idea del Comandante en Jefe" de fomentar los
preuniversitarios en el campo llegó a su fin, todavía queda mucho por
hacer para sacar del atolladero a la educación pública en Cuba. A lo
largo y ancho de la geografía nacional las instalaciones escolares
abundan y cada niño o joven tiene acceso gratuito a ellas, sin embargo,
el bajo nivel profesoral, el deterioro material de la infraestructura
docente y el excesivo componente ideológico conspiran notablemente
contra su calidad. Los años dorados de la enseñanza en la isla parecen
haber quedado atrás, se extraviaron junto a la pérdida del subsidio
soviético y el desmembramiento del Consejo de Ayuda Mutua Económica
(CAME). Lo cual confirma que aquellos publicitados logros educativos no
estaban realmente respaldados por el desarrollo económico de la nación,
sino que dependían directamente del apadrinamiento llegado desde el Kremlin.

Con la crisis de los años noventa, uno de las primeras señales del
deterioro fue el éxodo masivo de maestros hacia sectores mejor
remunerados. En la carpeta de un hotel, tras el timón de un taxi o como
contador de alguna empresa de capital mixto, laboraban quienes antes
enseñaban matemáticas, física o español en un aula. El déficit de
educadores intentó paliarse y fue -al decir de los más viejos- peor el
remedio que la enfermedad. Formados a la carrera, los profesores
emergentes coparon las cátedras y hundieron aún más la otrora "joya de
la corona" del socialismo cubano. No solo exhibían una insuficiente
preparación, sino que venían aliados de una herramienta que lanzó en
caída libre la formación de valores y la interacción con los
estudiantes: las llamadas tele-clases. Durante más de un lustro, en la
enseñanza media, las horas lectivas impartidas desde el televisor
llegaron a ocupar hasta el 60% de la totalidad del programa docente.
Manejar un mando a distancia para apagar o encender la pantalla era más
importante que saber de geografía o gramática.

Y después empezamos a recoger los frutos de la improvisación, el bajo
nivel de quienes arriban a la enseñanza superior, la ausencia de una
formación ética entre los más jóvenes y la pérdida casi total del
reconocimiento social que una vez rodeó a la figura del maestro. Tras
juguetear de todas las formas posibles con la alquimia de la enseñanza,
ahora el Ministerio de Educación intenta reparar el daño ocurrido. Se ha
ampliado, por ejemplo, el tiempo de formación de quienes llevan la
responsabilidad de instruir en las escuelas primarias y secundarias. La
desactivación de muchas escuelas de régimen interno, también ha sido un
paso recibido con alivio por los padres.

Sin embargo, aún en los murales de cada aula, en los libros de historia
y hasta en las lecturas para aprender a leer, sigue estando presente un
componente que se resiste a ceder espacio: la ideología. Ni las
consignas, los lemas, la adoración a los líderes ni el estudio del
marxismo leninismo serán eliminados con las nuevas transformaciones
educativas. El actual ministro de Educación Superior, Miguel Díaz Canel,
ha ratificado también la premisa de que "la Universidad es para los
revolucionarios", lo cual más bien promueve la simulación que la
fidelidad política.

Encima de eso, la educación pública sigue interpretándose como una
dádiva, un regalo, y no como un derecho sobre el que cada ciudadano
podría exigir y demandar. Ante la menor crítica hecha al Gobierno, la
primera respuesta es recordarnos que no pagamos ni un centavo por
sentarnos en un aula, desconociendo así que el monto destinado a ese
sector proviene de las arcas nacionales y por ende sale de nuestros
bolsillos o de los recursos nacionales que nos pertenecen. No nos está
permitido tampoco protestar en las calles para que nuestros hijos tengan
una instrucción de mayor calidad y sin la influencia directa de las
premisas de un partido, pero algo se ha logrado. Nuestra pequeña
victoria tiene como trofeo un enorme albergue de concreto abandonado en
mitad de la nada, un experimento educativo que quedó atrás.

Periodista cubana y autora del blog Generación Y. © Yoani Sánchez /
bgagency-Milán.

http://www.analitica.com/va/internacionales/opinion/9630492.asp

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