lunes, 26 de agosto de 2013

Besando a la rana apropiada

Niños, Cambios, Educación

Besando a la rana apropiada
La sociedad cubana comienza a vivir de manera visible dos formas
diferentes de acceso a la educación
Haroldo Dilla Alfonso, Santo Domingo | 26/08/2013 4:22 am

Desde hace unos días circula por la web —Revolico incluido— el anuncio
de una guardería infantil privada en La Habana. Su dueña se llama Zulema
Rosales y supuestamente es la hija del General Rosales del Toro. Esto
último no puedo confirmarlo, pues no conozco a esta persona, ni a la
familia del General, ni al General. No sé si son buenas o malas
personas, si son trabajadoras o haraganas o si son honestas o no. Por
tanto, nada de esto es una valoración personal.
Tampoco hace falta que lo sea, pues sea hija de quien sea, habría que
asumir que Zulema Rosales es una persona afortunada, pues la guardería
reside en una casa espaciosa de dos niveles del reparto Kohly. Un barrio
que siempre estuvo protegido, primero por haber albergado a una clase
media alta que encontró refugio en sus buenas condiciones ambientales,
sus calles retorcidas y los entornos ajardinados. Luego porque esas
mismas casas fueron repartidas a los nuevos miembros de la clase
política, quienes siguieron gozando de la misma intimidad vecinal, pero
apuntalada por guardias y cierres de calles de lo que fue desde entonces
un suburbio segregado y misterioso de la ciudad.
La página web y otras informaciones de la guardería indican perfiles
varios que van desde servicios regulares hasta cuidados por horas, todo
con el personal más calificado, de manera que el cliente "sentirá la
satisfacción de ver el desarrollo en la educación de sus pequeños".
Alguien comentaba que el costo es de 85 CUC mensuales por pequeño, lo
que de ser así ubicaría la tarifa en un nivel medio alto en América
Latina. Pero cerca de cuatro veces el salario medio cubano.
La noticia mueve mis reflexiones en dos direcciones.
La primera se refiere a lo que significa traspasar la actividad
anunciada a manos privadas. Pues de lo que hablamos no es del simple
cuidado de niños, sino de una actividad de educación inicial. Un tipo de
actividad educativa que no es obligatoria, pero sí conveniente y que en
Cuba se define para niños desde 0 a 6 años. Y la actividad educativa se
ha proclamado durante décadas como un espacio público —más
estrictamente, estatal— y cuyo acceso igualitario, universal y gratuito
ha sido un punto fuerte del consenso social.
Obsérvese que no objeto a priori una u otra manera de concebir la
provisión del servicio educacional. Obviamente yo tengo mis convicciones
y preferencias al respecto, pero eso no es ahora lo importante. Lo que
es importante es que se están transfiriendo pedazos de la
responsabilidad pública al sector privado, sin que exista un mínimo de
transparencia sobre el tema para que la sociedad cubana pueda decidir lo
que quiere en debate abierto y plural.
Y en este sentido la guardería de Zulema es solo un caso entre muchos
otros, que incluye la existencia de escuelas privadas sostenidas por
organismos internacionales a la que asisten en tropel alegre las crías
de los nuevos ricos. De manera que la sociedad comienza a vivir de
manera visible dos formas diferentes de acceso a la educación. En la
parte de arriba, los hijos de los ganadores netos de la restauración
capitalista en planteles y guarderías privadas; y en una muy extensa
parte de abajo los herederos de la pobreza, en un sistema educacional en
ruinas, con maestros mal pagados y pésimas instalaciones. Unos van más
para arriba y otros van más para abajo.
Esta privatización vergonzante en que se restaura el capitalismo
negándolo y jurando lealtad a un sistema decrépito al que los dirigentes
cubanos —curiosamente al igual que los neoliberales— se obstinan en
llamar socialismo, es la peor de las privatizaciones. Entre otras
razones, porque se realiza sin normas claras que establezcan los
requisitos infraestructurales, éticos, de personal y metodológicos
imprescindibles para que alguien pueda asumir por su cuenta la provisión
de educación. Más que una normación, lo que existe es una permisividad,
pues esta guardería infantil se instala a la sombra del reglamento
medieval que autoriza el trabajo privado en el cuidado de niños. Pero,
¿que pasaría si al amparo del permiso para cuidar enfermos, alguien —con
los misma fortuna que Zulema— decide fundar una clínica?
La segunda reflexión se refiere a la suerte y sus circunstancias. Pues
si algo hay que reconocerle a Zulema es su peculiar buena suerte. Tiene
suerte en tener a su disposición una casa de dos plantas, ajardinada y
en un barrio exclusivo, en un país donde la gente común más afortunada
conseguía un apartamento en Alamar tras trabajar durante varios años
construyendo edificios para todos los fines que se les ocurrieran al
comandante. Es afortunada en tener internet, una página web y un correo
electrónico en un país donde el servicio, se dice, no se oferta en los
hogares. Es una bienaventurada neta (¿y nata?) de poder adquirir
juguetes, muebles y televisores de plasma en una sociedad atenazada por
la pobreza. Y ha tenido mucha, mucha suerte en que le permitan un
negocio particular de legalidad tan discutible en un país donde multan y
persiguen ancianos que rellenan fosforeras y a la exdelegada Sirley
Avila por vender mangos de una mata de su propiedad. Reconozcamos que es
suerte, pero no cualquier tipo de suerte, sino la predestinación que
acompaña a los chicos de la élite postrevolucionaria.
Y es que un caso como el de Zulema habla del verdadero sentido de la
actualización "sin prisa pero sin pausa", un proceso de restauración
capitalista en beneficio de una élite en transformación burguesa. Y que
como tal requiere del estado para poder realizar su acumulación
originaria a sus expensas y de paso protegerse de los competidores externos.
Todo eso son Zulema Rosales y su guardería. No es simplemente cualquier
suerte, repito, es la que se deriva de su posición social. Y cada vez
más, posición clasista. Y por ende una suerte clasista que atesora
nuestra burguesía en formación.
Es curioso que en una de las paredes de la guardería hay un papel tapiz
que hace alusión al cuento El Principe Rana de los hermanos Grimm. El
texto, en inglés, advierte que antes de llegar a la rana apropiada que
se convierte en príncipe al influjo de un beso de amor, hay que besar a
muchas ranas.
Zulema Rosales no tuvo que hacerlo. Desde el principio pudo besar a la
rana apropiada.

Source: "Besando a la rana apropiada - Artículos - Cuba - Cuba
Encuentro" -
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/besando-a-la-rana-apropiada-298502

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