martes, 18 de marzo de 2014

Inconsistencias eternas

Inconsistencias eternas
Por: Alberto Medina Méndez

A esta altura del año se repite el mismo predecible montaje. Los
protagonistas de siempre se disputan una mayor porción de la torta que
pretenden repartirse. Participan de la discusión los sectores sindicales
docentes por un lado y los administradores del gobierno de turno del
otro lado del mostrador. Cuando las conversaciones se inician se
plantea, con bastante cinismo, el ambicioso proyecto de mejorar
integralmente el sistema educativo, siempre bajo el simpático paraguas
discursivo de jerarquizar a la mal llamada educación pública, esa que
pone orgullosos a los mas nostálgicos, como si el haber transitado por
ella se constituyera en una epopeya casi heroica.

Ese sistema de educación estatal tan elogiado y que tantas añoranzas les
trae a los más sensibles ha colapsado hace décadas exhibiendo sus
debilidades conceptuales las que explican su contundente fracaso. Pese a
la insistencia del gremialismo más ortodoxo y combativo por demostrar
que su lucha para lograr una mayor dignidad no se ajusta estrictamente a
lo remunerativo, toda la discusión finalmente se circunscribe a aspectos
dinerarios, de bolsillo, solo cuánticos.

Los dirigentes sectoriales intentan mostrar con mucho esmero que les
preocupa la situación actual de la infraestructura escolar, el estado
edilicio de las unidades educativas, la escasez de elementos
indispensables que precisa un docente para ejercer su tarea con
eficiencia y otros aspectos más generales como la trillada calidad
educativa, la necesaria capacitación y formación de los recursos humanos
y su anhelada profesionalización. Pese a la retórica discursiva, y a lo
cautivante de ese enfoque más integrador, todo el debate y
fundamentalmente la puja, se agota invariablemente en un número, el del
porcentaje de incremento salarial que han obtenido luego de la pulseada
de fuerzas que ya es habitual.

Pareciera que una vez que se ha conseguido ese acuerdo económico, las
supuestas preocupaciones, esa que fueron enunciadas con tanta vehemencia
y pasión, pueden aguardar el próximo turno. De hecho esperan hasta el
año entrante, para la misma época, volviendo al ruedo con idéntica
metodología y con un desenlace igualmente predecible. Es como si esos
ingredientes fueran necesarios para presentar de un modo menos
materialista el reclamo real, como que los operadores sindicales
entendieran que la presencia de esos condimentos adicionales, hicieran
de la negociación un hecho social menos indigno. Algunos dicen que la
incorporación de esos elementos a la búsqueda de consensos es genuina,
pero es demasiado evidente que el acuerdo material finalmente diluye el
resto de los planteos y hacen que su interés desaparezca, o al menos se
minimice. Si en el tironeo fueran aceptados todos esos otros ítems, pero
no el salarial, no habría acuerdo posible ya que la condición central es
lo económico y el resto solo un complemento atractivo para hacer que la
presentación general sea políticamente correcta y más amigable para la
opinión pública.

Es paradójico que quienes viven denostando a los monopolios argumentando
su peligrosidad en los abusos, no tengan la honestidad intelectual de
decir que su negociación se apoya en buena medida en la construcción de
posiciones monopólicas y en algunos casos hasta de un proceso de
cartelización gremial para pulsear con mayor potencia. Afirman que un
monopolio empresario es intrínsecamente malo, que el codicioso
propietario en su insaciable búsqueda del lucro que atropellará a los
más débiles. Cuando un gremio de trabajadores estatales único, y otro
monopolio, en este caso el Estado como empleador y propietario del
sistema educativo, se encuentran concertando las maldades parecen
esfumarse casi por arte de magia.

La relación extorsiva que se genera entre el Estado y los gremios hace
que unos y otros se apropien del sistema escolar, mientras recitan que
les interesa la comunidad educativa, de la que forman parte los padres y
los alumnos, quienes jamás son invitados a opinar en la mesa de diálogo,
y mucho menos a conducir el desgastado sistema educativo estatal. Los
problemas estructurales del sistema educativo no deben ceñirse a lo
exclusivamente salarial de los educadores, ya que en su esencia están
los componentes que explican su situación actual y fracaso secuencial.
La formación de los educadores, sus talentos para desarrollar la
actividad diaria, su actitud para enseñar a los más jóvenes, ni siquiera
su supuesta dignidad, no está directamente vinculada al monto obtenido a
cambio de su trabajo. La resolución es sustancialmente más compleja,
pero estos asuntos jamás se abordan seriamente y siempre son postergados
porque a las partes, al Estado y al sector sindical, no le importa lo
suficiente.

El intento de lavarle la cara a este nuevo capítulo de la historia de
siempre es una aventura sin posibilidad de éxito. Lugares comunes como
el apoyo incondicional a la legitimidad del reclamo y la impunidad con
la que se autoriza socialmente la disputa salarial no ayudan a
solucionar los verdaderos problemas de la educación. Si realmente
importa, interesa y conmueve el patético estado de situación de la
educación, merece un replanteo de fondo, más profundo y sensato, que no
pasa por lo salarial, sino por la estructura misma del sistema, ese que
nadie quiere modificar como si se tratara de un santuario, porque esta
quietud, esta situación actual, favorece claramente a los actores que se
han acostumbrado a manejar el sistema como si fuera de su propiedad.

Gobernantes y sindicatos, con la anuencia de muchos educadores a los que
los comprenden las "generales de la ley", pero lo más grave, con la
imprescindible complicidad de una sociedad que no se anima a decir lo
que piensa por temor a la crítica, son los principales responsables de
que nada cambie, de que todo siga igual, siendo funcionales a la
mezquindad de los pocos que sienten que manejan los hilos de esta
historia. No es una contradicción aislada, sino una secuencia de
cuestiones que en realidad solo desnudan que los objetivos profundos son
muy elementales. En definitiva, nada nuevo bajo el sol. Solo se trata de
las eternas inconsistencias del paro docente.

Source: Inconsistencias eternas ~ Alberto Medina Méndez ~ Infobae.com -
http://opinion.infobae.com/alberto-medina-mendez/2014/03/10/inconsistencias-eternas/

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